Después de todas las visitas al Golden Gate Park y los recurrentes encuentros con el clan de mapaches (raccoons) que se instalaron hace varias generaciones en uno de sus lagos viviendo en la frontera entre lo salvaje y lo doméstico, hoy ha sido la más excepcional e impactante.
Para empezar mientras hacía fotografías se me engancharon las gafas de sol que me había puesto en la cabeza en un árbol con la mala fortuna o buena ;) que cayeron al agua justo a los pies de uno de los mapaches que jugó unos instantes lleno de curiosidad con la varilla (pudimos recuperarlas en aparente buen estado). Nuestro toddler de 20 meses se mostró más entusiasmado que nunca con la aparición de estos irresistiblemente adorables animales que pueden pasar por mansitos (cuddling & fluffy) e intentaba abalanzarse como loco hacia ellos. Como que los instintos maternales de proteger a la cría son aún más fuertes que los de fotógrafa aficionada a la naturaleza, perdí algunas fantásticas instantáneas como uno de los raccoons cazando y comiendo un pequeño cangrejo rojo de río en la orilla o una breve pelea entre dos de los raccoons hermanos, donde el que parecía el dominante ahuyentaba al otro de intentar acercarse a los trozos de pan que uno de los transeúntes estaba tirando, manoteando como signo de advertencia en el agua y haciendo amenazantes gruñidos.
Al final el "perdedor" del encuentro decidió trepara a un árbol cercano, hacer algo de grooming y prepararse para una siesta.
El segundo mapache decidió retirarse para evitar una confrontación.
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